Mateo 13, 1-9
"Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. Se reunió junto a Él tal multitud que hubo de subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la orilla. Y se puso a hablarles muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí que salió el sembrador a sembrar. Y al echar la semilla, parte cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. Parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo; pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la sofocaron. Otra, en cambio, cayó en buena tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. El que tenga oídos, que oiga"
Evangelio de San Mateo
Es la más larga de las parábolas del reino y responde a una pregunta sobre por qué se producen efectos tan distintos en los que escuchan el mensaje del reino. La gracia es igual para todos, pero la libertad humana lleva a respuestas diferentes.
Dos cositas por analizar:
Primero: probablemente, todos los que escuchaban tenían experiencia de la semilla lanzada a voleo, conocían las inquietudes por la cosecha abundante o malograda. No nos olvidemos que esta era la manera de enseñar que tenía Jesús, enseñar con sucesos de la vida cotidiana, tal es así que me puse a pensar y dije, cuántas veces hemos lanzado la semilla al voleo y casi sin paciencia esperando poder cosechar al instante y en eso muchos nos hemos equivocado. Desesperados por tener jóvenes que se acerquen a Cristo muchas veces nos hemos arrebatado y enojado porque no hay compromiso, porque nadie se la juega, porque vienen y así como vienen se van.
Paciencia jóvenes!! la siembra es agobiante, cansadora, requiere de mucho sacrificio, muchos jóvenes fueron a reuniones por única vez y quizás muchos, a pesar de no volver, recibieron esa semilla que vos pusiste, no te canses de sembrar, de caminar, de buscar, de transmitir, seguro que algunos no te van a escuchar, te van a ignoraran. Otros te escucharan y se harán los desentendidos o dirán algo y no lo harán. Otros por el contrario te escucharan y se pondrán al lado tuyo, en la misma lucha.
Animo!!, no te canses de sembrar, muchos niños, jóvenes y adultos están necesitando de esa luz de Esperanza que los haga volver a nacer.
“Los que siembran entre lágrimas
Cosecharán entre gritos de alegría.”
Salmo 126, 5
Segundo: Salió el sembrador a sembrar...”
Se cuenta que un cierto día un hombre recién convertido a la fe católica iba caminando a toda prisa, mirando por todas partes, como buscando algo. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó: – - Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano?” El anciano, encogiéndose de hombros, le contestó: Depende del tipo de cristiano que ande buscando. Perdone dijo contrariado el hombre, pero yo soy nuevo en esto y no conozco los tipos de cristianos que hay. Sólo conozco a Jesús. Y el anciano añadió: Pues sí amigo; hay de muchos tipos y los hay para todos los gustos: hay cristianos por tradición, cristianos por cumplimiento y cristianos por costumbre; cristianos por superstición, por rutina, por obligación, por conveniencia; y también hay cristianos auténticos...”
- ¡Los auténticos! ¡Esos son los que yo busco! ¡Los de verdad!”-exclamó el hombre emocionado.
- ¡Vaya! –dijo el anciano con voz grave–. Esos son los más difíciles de ver. Hace ya mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo que usted”.
- ¿Cómo podré reconocerle? le preguntó.
Y el anciano contestó tranquilamente: –“No se preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo de sabios y engreídos. Lo reconocerá por sus obras. Allí donde van, siempre dejan una huella.
Jesús comienza el discurso de las parábolas con la del sembrador: Salió el sembrador a sembrar... nos cuenta y al sembrar parte de la semilla cayó junto al camino; otra parte cayó en terreno pedregoso; otra cayó entre espinas; y el resto cayó en tierra buena... Y nos narra qué sucedió con cada tipo de semilla: una no fructificó porque se la comieron los pájaros; otra se secó; a otra la ahogaron las espinas; y la sembrada en tierra buena dio una cosecha abundante.
Cristo es el sembrador, la semilla es la Palabra de Dios, y el terreno somos cada uno de nosotros. Y aquí viene lo más importante de todo: Si el Sembrador sembró la semilla a voleo, con gran generosidad en todas direcciones, ¿por qué sólo una cuarta parte produjo buena cosecha y el resto se echó a perder? ¿Por qué no fructificaron todas las semillas, si eran de óptima calidad? La semilla de la Palabra de Dios sólo es fecunda allí donde encuentra un alma bien dispuesta y unas condiciones espirituales adecuadas. Dios siembra todos los días a manos llenas en tu alma su gracia divina. ¿Cuántos frutos está dando esta semilla en tu vida? Esa semilla no sólo representa la Palabra de Dios, sino todos los dones que Dios nuestro Señor te regala a diario, con tanta abundancia y generosidad: el don de la vida, la familia unos padres, unos hijos, unos hermanos y familiares tan extraordinarios, el vestido, el alimento, la educación, las vacaciones que ahora estás disfrutando...
Esa semilla son también todos los regalos espirituales que Él te concede gratuitamente: el don infinito de la fe, los sacramentos, la redención, la Eucaristía, la Iglesia. Y si Dios está sembrando tanto en ti, ¿cuánto le correspondes tú? ¿Cuántos frutos estás produciendo: al ciento por ciento? Dicho de otra manera: ¿Qué tipo de tierra eres? ¿Qué clase de cristiano eres: cristiano por conveniencia, por tradición, superficial, de nombre nada más? ¿o cristiano de verdad, convencido, demostrado con tus obras y comportamientos? Si no te preocupas de ir a tu Misa dominical o casi nunca haces oración, o si no te interesa recibir los sacramentos y formarte en la fe católica, es que eres un cristiano rutinario, del montón, y eres de los que reciben la semilla junto al camino. No penetra en tu alma porque la tierra está endurecida por la indiferencia. Si eres una persona que sí se preocupa por formarse en su fe y se interesa por las cosas de Dios y de la religión; si quieres un colegio católico para tus hijos y de vez en cuando vas a reuniones de espiritualidad o a asistes a algunos retiros, pero eres inconstante; y si desistes de tus propósitos iniciales apenas te surge un plan más divertido o menos exigente, es que eres el terreno pedregoso. La Palabra de Dios brota en tu corazón, pero no echa raíces, y cuando sale el sol una dificultad cualquiera, tu semilla se seca.
O, finalmente, podemos ser una tierra buena. O sea, cristianos convencidos, de los que tratan de vivir con coherencia su fe, que se esfuerzan de verdad por dar testimonio público de su ser cristiano aunque también tienen debilidades y defectos, pues nadie es perfecto en esta tierra; que buscan ayudar a los demás y ser apóstoles en su medio ambiente; que oran, que procuran vivir cada día más cerca a Dios a través de la gracia santificante y los sacramentos; que se esfuerzan por crecer en su fe y aman de verdad a Jesucristo, a la Iglesia, al Papa, a la Santísima Virgen, y luchan para que otros también lo sean. Ése es un cristiano auténtico, que produce una buena cosecha: frutos al ciento por ciento, al sesenta o treinta por ciento. Si somos de éstos, no será difícil que nos reconozcan, porque un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo. Allí donde van, siempre dejan una huella. Por sus frutos los conoceréis nos dijo Cristo. Se nos reconocerá por las obras. No dejes de responder a esta pregunta que te dirige Cristo hoy: ¿Qué tipo de tierra eres? ¡Ojalá que de esta última! Y seguro que al sembrar la cosecha será abundante.
Animo!!
Cristo cuenta Contigo!!
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