“Al día
siguiente, Juan se encontraba de nuevo en el mismo lugar con dos de sus
discípulos. Mientras Jesús pasaba, se
fijó en él y dijo: “Ese es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos le oyeron decir esto y
siguieron a Jesús.
Jesús se volvió
y, al ver que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?” Le contestaron: "Rabbí
(que significa Maestro), ¿dónde
te quedas?", Jesús les dijo: "Vengan y
lo verán." Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran como
las cuatro de la tarde”.
Jn 1, 35-39

Juan era hijo de Zebedeo su padre y Salome su madre y hermano de Santiago el mayor, nació en betsaida, ciudad de galilea. Juan fue el discípulo más cercano a Jesús, el discípulo al que más amaba. Al principio juan y su hermano Santiago acudían a las enseñanzas de Jesús y volvían a sus quehaceres pero un día al ser testigos de unos de sus Milagros, la pesca milagrosa, decidió dejarlo todo y seguirlo. Realmente amaba al Señor y dedico toda su vida a proclamar el amor de Dios.
A juan y a Santiago, Jesús, los apodaba “hijos del trueno” por ser tan vanidosos y de mal genio, más tarde recibirían el Espíritu santo y se volverían humildes y sumamente amables y bondadosos. En la Última Cena tuvo el honor de recostar su cabeza sobre el corazón de Cristo. Fue el único de los apóstoles que estuvo presente en el Calvario al morir Jesús. Y recibió de Él en sus últimos momentos el más precioso de los regalos. Cristo le encomendó que se encargara de cuidar a su Madre, María Santísima, como si fuera su propia madre, diciéndole: "He ahí a tu madre". Y diciendo a María: "He ahí a tu hijo".
Después de la asunción de María, volvió a Éfeso donde escribió el Evangelio según San Juan, que es el libro que lo ha hecho tan famoso. Este libro tiene un estilo elevadísimo e impresionantemente hermoso. Agrada mucho a las almas místicas, y ha convertido a muchísimos con su lectura. Dice San Jerónimo que cuando San Juan era ya muy anciano se hacía llevar a las reuniones de los cristianos y lo único que les decía siempre era esto: "hermanos, ámense los unos a otros". Una vez le preguntaron por qué repetía siempre lo mismo, y respondió: "es que ese es el mandato de Jesús, y si lo cumplimos, todo lo demás vendrá por añadidura".

Un escrito que data del siglo III, el "Fragmento de Muratori" dice: "Al apóstol San Juan le aconsejaban que escribiera el Cuarto Evangelio. Él dudaba, pero le consultó al apóstol San Andrés, el cual le dijo: ‘Debe escribirlo. Y que los hermanos revisen lo que escriba’".
Una tradición muy antigua cuenta que el apóstol Andrés fue crucificado en Patrás, capital de la provincia de Acaya, en Grecia. Que lo amarraron a una cruz en forma de X y que allí estuvo padeciendo durante tres días, los cuales aprovechó para predicar e instruir en la religión a todos los que se le acercaban. Dicen que cuando vio que le llevaban la cruz para martirizarlo, exclamó: "Yo te venero oh cruz santa que me recuerdas la cruz donde murió mi Divino Maestro. Mucho había deseado imitarlo a Él en este martirio. Dichosa hora en que tú al recibirme en tus brazos, me llevarán junto a mi Maestro en el cielo".
La tradición coloca su martirio en el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio cruel de Nerón.
Muchos todavía siguen en la búsqueda esperando encontrar en el mundo un motivo para ser felices, hoy al igual que estos discípulos estamos en la búsqueda, búsqueda que nos lleva por muchos caminos equivocados aun sabiendo que el único camino es Jesús, lo vemos pasar a lo lejos y no nos animamos a hablarle, pero el se da vuelta, nos mira a los ojos y nos hace la misma pregunta “¿QUE BUSCAN?” “¿a mi me buscan?” pero a pesar de nuestro “SI” temeroso, con muchas dudas y motivos, el Señor nos desafía “Vengan a ver”.
Animo!!
“Cristo revoluciona mi vida”
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