“Ya saben cómo tienen que imitarnos, pues no vivimos sin control ni regla mientras estuvimos entre ustedes. No pedimos a nadie un pan que no hubiéramos ganado, sino que trabajamos duramente noche y día hasta cansarnos, para no ser una carga para ninguno. Teníamos, por supuesto, el derecho de actuar en otra forma, pero quisimos ser para ustedes un modelo que imitar. Además, cuando estábamos con ustedes les dijimos claramente: el que no quiera trabajar, que tampoco coma. Pero ahora hemos oído que hay entre ustedes algunos que viven sin control ni regla y no hacen nada, muy ocupados en meterse en todo. A ésos les mandamos y les rogamos, por Cristo Jesús, nuestro Señor, que trabajen y se ganen la vida en vez de molestar”.
Palabra de Dios
Para los que leímos sobre el apóstol San Pablo seguramente nos atrapo su manera de vivir y su manera de Evangelizar. Pablo fue inspirador para los primeros Cristianos y a través del tiempo también lo es para nosotros. Pablo nos enseña con su vida y su ejemplo; su compromiso, su entrega, su pasión, su amor a Dios y a su Iglesia. El estilo de vida de San Pablo, expresa una vida consagrada e inspirada en la pobreza, castidad y obediencia.
Imitar al Apóstol es ponerse al servicio de los hermanos, al servicio de las personas que nos rodean, preocuparnos por sus necesidades, dando una mano en lo que sea necesario, en la casa, en el colegio, en la universidad. Siempre esperan algo de nosotros.
Imitar al Apóstol es predicar con el Evangelio, la palabra de Dios nos anima, nos fortalece, es no callar la verdad, la verdad basada en el amor al prójimo, es llevar a todos los lugares de mi vida esa Palabra, para que muchas personas que no conocen a Dios puedan encontrar en sus oscuras vidas un poco de luz, para poder encontrar el camino de la felicidad.

Imitar al Apóstol es vivir identificado con Xto:
“Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Ga. 2-20)
San Pablo nos permite comprender que no somos ruedas sueltas, que somos parte de un mismo cuerpo, donde sin ser iguales, experimentamos la comunión y servimos de distintas maneras, según el don que Dios nos ha confiado a cada uno (Rm 12, 3-13 / 1Co 12, 12-30). Nos invita a no dejarnos llevar por la carne, a ser testigos inspirados por el Santo Espíritu (Rm 8, 1-13), al buscar el bien común, trabajando por el pan de cada día (2 Ts 3, 10-13), Reconocer que Cristo derribó con su cuerpo el odio que nos separaba (Ef 2, 13-16).
Con san Pablo descubrimos la fuerza de la predicación y la necesidad de anunciar a muchos esto que se desborda de muestra mente y corazón, ay de mí, si no predico el Evangelio (1Co. 9, 16-19.
Pero el apóstol también nos dice que no es tarea fácil, se nos reirán, nos dirán que no se puede, que dejemos para mañana lo que tenemos que hacer hoy, el mundo nos ofrece otra manera de vivir, la tentación del placer, el dinero nos hacen ver que la felicidad pasa por otro lado. En el Evangelio de ayer el mismo Jesús nos decía nos perseguirán a causa de su nombre. Mantenernos firmes en la FE será la clave para no bajar los brazos, una FE que sea consiente, creciente y compartida.

Consiente: saber que sin Dios nada soy, que me ha dado la vida, que me ama y quiere mi felicidad. “Que vivir en gracia si es vivir”.
Creciente: mi Fe crece con cada oración, cada misa, con cada lectura de la Palabra, con cada libro que pueda leer y crecer como joven cristiano.
Compartida: ser ese grano de mostaza, la vela que da luz a toda la habitación, la lavadura que leva toda la masa.
Hoy el Señor quiere que seas tú, como yo, quienes seamos esos instrumentos que se animen a llevar la palabra a todos nuestros ambientes y mostrar a ese Cristo que conocemos y que hace nuevas todas las cosas. Animo!!
Buena semana para todos!!
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